Aranceles de Trump: La Nueva Variable que Sacude los Mercados

Trump redobla la apuesta arancelaria, sumiendo a los mercados en la incertidumbre. Analizamos las consecuencias financieras de esta guerra comercial y si hay una estrategia real detrás.

I. L. R.

4/6/20258 min leer

Shock arancelario: Guerra Comercial por Decreto

Las recientes medidas arancelarias tomadas por la administración Trump son generalmente percibidas como erráticas o impulsivas. Para algunos puede parecer que Trump actúa guiado por la arrogancia y la egolatría, pero esa visión superficial nos aleja de la realidad escondida detrás de estos aranceles.

Como diría Petronio de Hamlet “Parece locura, pero tiene método”. Y es que algo tan complejo como el panorama geopolítico y económico que enfrenta EE.UU. no puede reducirse a una mera descalificación personal, sino que merece mayor consideración.

En nuestro último artículo, ya hablamos sobre la necesidad de EE.UU. de reducir el déficit fiscal y de los peligros que supone una China fuerte para la hegemonía estadounidense.

No podíamos haber anticipado la locura desatada estos días en el mercado, pero ahora, con las cartas sobre la mesa y tiempo para pensar, podemos analizar la situación con una perspectiva más amplia.

Detrás de los Aranceles: un Plan para Reconquistar la Industria

Las metas de la administración Trump son concretas: recuperar la independencia industrial y plantarle cara a China en la carrera por la hegemonía mundial. El por qué lo veremos más adelante.

Así lo han declarado en múltiples comparecencias tanto Trump como sus colegas Scott Bessent, J.D. Vance y uno de los principales artífices desconocidos de esta política arancelaria: Peter Navarro. Lo que no podíamos imaginar era que Trump se lanzaría al vacío de tal manera. Todos esperábamos una maniobra más…calculada.

En cualquier caso, lo que nos ocupa hoy no es una crítica política, sino un análisis sobre el impacto de las medidas arancelarias en los mercados.

Para ello, en primer lugar, debemos entender hacia donde se dirige la estrategia de la Casa Blanca, y así poder proyectar el rumbo de la economía estadounidense.

El Engranaje Arancelario y la Carrera Contra el Reloj

Para reindustrializar Estados Unidos, Trump necesita un dólar barato, tipos de interés bajos, poder de negociación e incentivos fiscales. Y el elemento crucial: tiempo.

Podría decirse que Trump va camino de reunir los requisitos necesarios. Con la aplicación de aranceles no solo utiliza a sus ciudadanos como palanca de negociación, sino que también fuerza la mano de la FED a reducir los tipos de interés y, por lo tanto, a devaluar el dólar.

Además, los aranceles generarán un ingreso fiscal al tesoro de 600 mil millones de dólares al año, según Peter Navarro. Esto allana el camino para ofrecer los recortes fiscales que Trump ha prometido.

El papel soporta todo, pero la realidad es que la economía no sigue un guion. Por mucho sentido que tenga la secuencia de eventos que busca Trump, estos solo se cumplen bajo la premisa ceteris paribus, o “siendo todo lo demás constante”.

Por desgracia para Trump, hay muchos más factores en juego que podrían alterar el resultado esperado de su política arancelaria.

¿Qué ocurrirá si los países responden a los aranceles? ¿Cómo conseguirá contrarrestar la apreciación del USD derivada de la incertidumbre global y la reducción de su déficit comercial? ¿La recaudación fiscal alcanzará las predicciones de Peter Navarro? ¿Conseguirá Trump reducir el déficit fiscal para poder ofrecer recortes fiscales? ¿Qué pasará si la inflación repunta y obstaculiza las bajadas de tipos?

Y la pregunta del millón: ¿Cuánto tiempo necesita Trump para alcanzar sus objetivos?

Primer Acto de la Tragedia Arancelaria

En primer lugar, hay que estimar cuándo empezará la FED a bajar los tipos y de cuánto serán los recortes. No se sabe con certeza el momento en que los datos económicos reflejarán el impacto de los aranceles, pero es probable que la situación empuje a Powell a iniciar los recortes, por tímidos que sean, ya en la próxima reunión de la FED programada para el 5-6 de mayo.

Por otro lado, negociar acuerdos comerciales lleva su tiempo. Vietnam ya ha manifestado su deseo de parlamentar, pero seamos realistas. México y Canadá llevan 2 meses negociando sin ningún resultado visible.

Durante las próximas semanas los mercados sufrirán de lo lindo. Antes de que llegue el alivio de la FED es probable que recibamos un aluvión de malas noticias.

Las represalias de otros países o bloques comerciales no se harán esperar y el 11 de abril comienza la temporada de reportes trimestrales. Lo más probable es que se presenten revisiones a la baja en las estimaciones de ingresos.

El impacto en el mercado laboral no tardará en notarse, pues es muy probable que las empresas congelen los procesos de contratación e incluso realicen despidos.

Por otro lado, las expectativas de inflación se dispararán, aunque hay que tener en cuenta posibles caídas en los precios por una potencial restricción del consumo y la caída del precio de las materias primas fruto de las expectativas de recesión.

Las escasas fuentes de alivio para Wall Street se limitan a posibles anuncios puntuales de inversión por parte de grandes compañías en el país, la publicación del plan de incentivos fiscales de Trump y la consecución de acuerdos con países clave en el contexto de la guerra comercial con China.

Resulta prematuro especular sobre escenarios posteriores a junio, aunque lo retomaremos más adelante. Mientras tanto, el pronóstico inmediato para los mercados es negativo: todo apunta a que serán unas semanas difíciles.

Sin embargo, este análisis a corto plazo no responde a las preguntas de fondo: ¿Qué necesidad real hay de imponer aranceles de forma tan agresiva? ¿Y qué garantías existen de que Trump mantenga esta postura y no decida posponerlos o suprimirlos?

Del Trono Global a la Cuerda Floja: ¿Por Qué Trump Sacudió el Tablero Geopolítico?

Este es uno de los puntos que menos se ha discutido en los medios y uno de los más importantes para entender hasta dónde puede llegar Donald Trump con esta política.

Se puede discutir la temeridad de las medidas adoptadas por Trump, pero lo que no es discutible es que la situación de EE.UU. era insostenible.

Una potencia como EE.UU. puede depender del exterior mientras ejerza un poder hegemónico con el que mantener un férreo control sobre el plano geopolítico internacional. Pero algunos sucesos en los últimos años han dejado en evidencia que este poder se está disolviendo.

La derrota en Ucrania, la pérdida de influencia en el Sahel y en Hispanoamérica, o el escaso efecto de las sanciones a Rusia son solo síntomas de la creciente debilidad de los Estados Unidos.

El auge de China como potencia económica, militar, tecnológica e industrial, le arrebata a EE.UU. la posibilidad de ejercer presión sobre otros estados que, de verse acorralados o sancionados, simplemente abrazarían las propuestas chinas de cooperación.

Esta situación relega a los Estados Unidos a una insana y peligrosa dependencia de otros países para acceder a productos clave como minerales, ingredientes farmacéuticos, suministros médicos, fertilizantes, metales, tierras raras, semiconductores y maquinaria industrial. Por mencionar algunos.

Hoy en día, el tío Sam todavía se encuentra en forma para afrontar un último sprint en la carrera por la hegemonía mundial. Pero cuanto más tiempo pase, menos argumentos tendrá para luchar por defender su soberanía y mantenerse en el podio geopolítico.

La decisión de Trump tiene implicaciones económicas, pero es de carácter puramente geopolítica. Es una declaración de guerra moderna que pretende anular el desafío chino por el liderazgo mundial. La onda expansiva de este choque de titanes, con toda seguridad, llegará hasta nuestros hogares.

Sólo el tiempo dirá si la decisión ha sido adecuada, pero es importante entender que, si EE.UU. desea mantener su influencia, debe situarse a la altura del gigante asiático en cuanto a la vanguardia industrial e independizarse en sectores estratégicos.

Para conseguirlo no basta con una política arancelaria descafeinada, sino que la situación requiere de una reforma radical de la estructura económica doméstica e internacional. Un golpe encima de la mesa que recoloque las fichas sobre el tablero geoeconómico y que modifique las reglas del juego, aunque sea en mitad de la partida.

Por último, para atraer inversión es crucial mantener un discurso coherente y proyectar seguridad sobre la continuidad de los aranceles. Por eso Trump no puede dar marcha atrás, particularmente en aquellos aranceles que protegen industrias clave.

Comprendiendo, entonces, que Trump dispone de escaso margen de maniobra dentro del camino que ha tomado su administración, podemos pasar a especular sobre los posibles resultados de la dicha estrategia.

El Elefante Rojo en la Habitación: ¿Puede EE.UU. vencer a China en la Carrera Industrial?

Llegados a este punto, quizás la estrategia de Trump ya no parezca tan delirante. Tiene un sentido. Y sin embargo, la apuesta es extremadamente arriesgada. Trump no juega solo.

Factores como el conflicto ideológico con la Unión Europea, la guerra en Ucrania, las tensiones en Oriente Medio y la oposición interna son frentes complejos que su administración debe gestionar simultáneamente.

No obstante, este análisis se centrará en el que probablemente sea el mayor escollo para el plan estadounidense: China. Y es que competir con China va más allá de sustituir cadenas de suministro; exige rivalizar en coste, eficiencia, calidad y precisión.

El mismo CEO de Apple, Tim Cook, lo explicó en una entrevista: "Producimos en China por la cantidad de mano de obra cualificada concentrada en un solo lugar. Nuestros productos requieren de herramientas de producción avanzada con niveles de precisión vanguardistas, necesarias para tratar los materiales empleados para fabricar nuestros productos”.

La distancia entre la capacidad industrial china y la estadounidense es sencillamente abismal.

Podríamos estar todo el día hablando bien de China, pero el titular que citó J.D. Vance en unas declaraciones recientes es suficientemente ilustrativo: “China fabricó en 2024 más buques por tonelaje que toda la industria naval de EE.UU. desde el final de la Segunda Guerra Mundial”.

El modelo Chino vs modelo Neoliberal

Finalmente, Trump necesita tiempo para que su estrategia resultados. Conseguir ese tiempo requiere confianza y apoyos. Aunque es difícil determinar con seguridad de dónde provendrá dicho apoyo, Trump parece confiar en que las grandes empresas apostarán por su plan de reindustrialización, realizando fuertes inversiones para expandir la capacidad productiva nacional.

Depender del sector privado, sin embargo, presenta un inconveniente clave: el Estado pierde control sobre la toma de decisiones.

En contraste, en el modelo chino, el Gobierno participa directamente en industrias estratégicas clave para el futuro competitivo y ejerce un control centralizado sobre su desarrollo. Independientemente de juicios de valor, la realidad es que alinear intereses privados y públicos resulta más sencillo en este último modelo.

Esta combinación de factores —control estatal, pragmatismo, soberanía férrea y una economía blindada— sugiere, en mi opinión, que EE.UU. podría haber perdido esta batalla incluso antes de empezar.

Reflexión final

Les dejo con una reflexión de don Francisco Fernández-Cruz Sequera, una inspiración para los que tratamos de acercarnos a la verdad y entender el mundo en el que vivimos:

Nos encontramos ante un cambio de paradigma hacia un modelo basado en la ruptura de los compromisos multilaterales y el desdén hacia todos los tratados de libre comercio firmados hasta la fecha.

Esta doctrina de Estado busca convertir el comercio en una herramienta de recaudación fiscal de disciplina geopolítica y de acción simbólica del poder nacional.

El día de la liberación y Peter Navarro no proponen un ajuste de carácter técnico económico, sino un modelo ideológico de reorganización fiscal, económica y política.

Los aranceles no buscan corregir desequilibrios entre distintas economías, sino establecer jerarquías dentro del comercio, reestructurar las cadenas de suministro, alterar el statu quo financiero y remodelar la estructura de precios (doméstica e internacional).

Esto busca, en esencia, derrumbar la arquitectura internacional que se había sostenido de forma permanente e inalterada desde el año 1945, lo que traerá consecuencias que a día de hoy nadie puede anticipar con certeza ni con ningún fundamento.