El laberinto de la paz en Ucrania

En el complejo tablero geopolítico actual, las limitaciones del poder estadounidense se hacen evidentes. Analizamos cómo los equilibrios económicos y estratégicos están redefiniendo las relaciones internacionales bajo la administración Trump.

3/19/20254 min leer

La realidad del poder: Trump enfrenta límites en su influencia global

El conflicto ucraniano parecía afrontar su fase final dada la firme postura de Trump en contra de continuar el conflicto.

Sin embargo, después de 2 meses al frente de la Casa Blanca, Trump ha podido comprobar de primera mano que el poder hegemónico de EEUU ya no es absoluto.

Hoy, en Breaking Bucks, analizamos qué hay detras de las negociaciones de paz entre Rusia y EEUU. Síguenos en Twitter para estar al tanto de nuevas publicaciones.

Aranceles y represalias: La respuesta global al proteccionismo de Trump

Su política arancelaria, lejos de achantar a sus socios comerciales, les ha infundido un espíritu combativo que los ha llevado a tomar represalias.

Lo último que desean Europa, México y Canadá es una guerra comercial, pero saben que tienen cartas para plantarle cara a un Estados Unidos acorralado por múltiples frentes geopolíticos y una economía doméstica estresada por el déficit, la deuda y la inflación.

Por su lado, China, ni pestañea ante las amenazas arancelarias de Trump.

Gaza en llamas

Israel ha puesto fin a la frágil tregua en Gaza después de que las negociaciones para la liberación de los rehenes no prosperaran.

Trump, que desea estabilidad en oriente medio, ve limitada su capacidad para presionar a Israel y a Hamás para que lleguen a un acuerdo.

La paz en Ucrania

Ucrania no es distinto al resto de frentes. Es evidente que a Trump le falta poder de negociación. Han pasado dos meses y todavía no ha conseguido sentar a ambas partes a negociar la paz.

Por un lado, enfrenta a una Rusia reforzada moralmente y con el tiempo a su favor, y por otro a un Zelenski que parece no tener nada que perder.

La situación en el campo de batalla exige el fin de una guerra que se prolonga sólo por la ambición de los burócratas y de los intereses privados. Rusia ha vencido, y cada día que pasa crece el botín.

La agresividad en la estrategia de Trump tiene sus ventajas. Pero asegurar que terminaría con la guerra de Ucrania en 24 horas le generó un crédito político que ahora debe amortizar. A Trump también le juega el tiempo en contra.

Zelenski lo sabe y quiere su pedazo del pastel. Sabe que la paz conviene tanto a Rusia como a EEUU.

Al no firmar los acuerdos de Estambul, el presidente ucraniano priorizó los intereses políticos a los de sus ciudadanos. Creer que eso pueda cambiar hoy, sería, cuanto menos, ingenuo.

Jugando con el tiempo: nueva hoja de ruta hacia la paz

En este contexto, Trump aboga por una estrategia más realista. Asume el coste político de retrasar la paz, mientras el paso del tiempo alimenta su poder de negociación contra Ucrania. Mientras, su equipo trabaja para asentar los cimientos sobre los que Trump pretende construir una renovada “amistad” con Rusia.

Se habla sobre la división del botín ucraniano de las tierras raras, tratados de cooperación energética y hasta se considera reabrir el Nord Stream 2 bajo la intermediación estadounidense.

Este paraguas bajo cuya protección se lucrarían ambas potencias, actuaría como una garantía más para Rusia. Los intereses económicos estadounidenses disuadirían a todas las partes de adoptar una actitud beligerante.

Alto el fuego o táctica dilatoria: ¿Quién gana con la pausa?

La estrategia de plantear un alto el fuego puede parecer absurda o carente de realismo. Rusia nunca aceptaría un tiempo muerto cuando tiene a su rival de rodillas esperando la estocada final.

Pero plantearlo ha servido para que los burócratas europeos y Zelenski se suban al carro de la tregua, mientras que desde el otro lado del río Dnieper, Putin muestra su lado más conciliador.

Putin ha declarado que estaría a favor de un alto el fuego, pero que los detalles del mismo debían ser explícitos y no dar lugar a interpretaciones ambiguas. Para eso se necesita tiempo.

Los acuerdos de Minsk I y II, junto con las promesas occidentales sobre la expansión de la OTAN, han quedado relegados al ámbito de las buenas intenciones, sin cumplimiento efectivo.

Putin exige un acuerdo de paz definitivo y duradero.

Que esta postura sea cierta o no, es irrelevante. Para Trump y Putin lo que importa es que la pelota pase el mayor tiempo posible en el tejado de la “Coalición de los dispuestos”, de forma que carguen con el peso político de la guerra.

El final del conflicto: posibles escenarios

La posibilidad de un nuevo armisticio como el de las dos Coreas es muy poco probable. Rusia es la que pone las condiciones y no va a permitir que Ucrania siga armada.

El final del conflicto probablemente se dará por un acuerdo de paz o por un colapso de las defensas ucranianas antes de que termine el año. En cualquiera de los dos escenarios, el resultado será muy similar, ya que Rusia tiene sus objetivos asegurados.

La concesión de los oblasts rusófonos, la desmilitarización de Ucrania y su neutralidad constitucional, consolidarían la posición de Rusia —y de Putin— como el actor dominante en este capítulo geopolítico.

Pensar que Rusia pueda exigir más que eso no es un argumento serio. Simplemente es un pedazo de pastel que Rusia no podría digerir.